Con la actuación del bandoneonista Dino Saluzzi, comenzará mañana, a las 21, en el Espacio Cultural Carlos Gardel, Olleros 3640, la tercera edición del festival Buenos Aires Jazz y Otras Músicas, organizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El encuentro tendrá su cierre el 23 de este mes.
Esta muestra se desarrollará en tres escenarios: el Carlos Gardel, el de la carpa cultural El Dorrego, en Dorrego y Zapiola, y en el teatro Regio, en Córdoba 6056.
Basada en una programación local, salvo el caso de los Fattoruso (que a estas alturas son tan nuestros como de los uruguayos), la muestra permitirá hacer una puesta al día del género en esta ciudad. De todos modos, llama la atención la ausencia de algunos de los nombres más importantes de la actual marea jazzística.
Así, participarán del festival El Terceto, Javier y Walter Malosetti, Jorge Navarro, Ricardo Lew, Daniel Maza, Guillermo Romero, Mancebos, Roxana Amed, Ernesto Dmitruk y los Swing Timers; también en esta oportunidad habrá grupos del jazz tradicional, como la Fénix Jazz Band, la Louissiana Jazz Band, la Creole Jazz Band, y expresiones de lo que se denomina off jazz, como Ernesto Snajer, Damasia y Navegantes y el trío Nisenson-Kabusacki-Dawidowicz, entre otros.
Es evidente que en esta ocasión el festival se volcará más al jazz, que abordará desde filmaciones de conciertos hasta películas biográficas, charlas y entrevistas.
Para acompañar la muestra, el Centro Cultural Konex organizó el ciclo Jazz y Vinos, conciertos con nuevos grupos y proyecciones de conciertos de jazz (hoy, a las 16, con entrada gratuita, se podrá ver un show de 1959, "Art Blackey and Jazz Messengers", en Córdoba 1235) .
Pasado mañana, la actividad seguirá con un show del Daniel Maza Trío, con Abel Rogantini en piano y Osvaldo Fattoruso en batería, a las 19, en El Dorrego; una hora después, a las 20, otro uruguayo, Ricardo Nolé, presentará su disco en ese escenario.
En cuanto a la actividad en el Centro Carlos Gardel, todos los días el ciclo de TV "Tribulaciones" proyectará shows filmados. Pasado mañana, por ejemplo, se verá un concierto de Miles Davis en tiempos de John Scofield y Darryl Jones. Luego actuarán el Bernardo Baraj Trío y el trío de Carlos Campos. Ese mismo día, pero en el Centro Konex, a las 20, se verá una filmación de la última actuación del pianista Horacio Larumbe en una edición anterior del ciclo Jazz y Vinos.
Por otra parte, mañana también comenzará el II Festival de Jazz de Chascomús, que se efectuará en el teatro Brazzola y que tendrá figuras interesantes, como Fats Fernández, Andrés Beeuwsaert, Patán Vidal con Deborah Dixon, Juan Valentino, Luis Salinas y el quinteto de Alejandro Herrera. La apertura estará a cargo del Mono Fontana y Santiago Vázquez.
jueves, mayo 13, 2004
lunes, mayo 10, 2004
Eduardo Aliverti siempre nos da la posta
Alumbramientos
Nota Pagina 12
Era previsible que ocurriera. El instrumento Blumberg y la crisis energética fueron los detonantes. Pero en cualquier caso se sabía que comenzarían a precipitarse las discusiones de fondo. Y básicamente la más profunda de todas: ¿Se cambia el modelo económico persistente desde la década de la rata o se lo ratifica con maquillajes de discurso progre?
En medio de una situación devastadora de la que no se salió ni mucho menos, excepto si se piensa con mentalidad de números de escritorio, la lógica indicaba que alguna primera de cambio haría saltar los tapones. Primero fue Blumberg, que “devolvió” a la realidad el grado de importancia adjudicado socialmente al tema de la inseguridad. Y que, de yapa o promovido, le surtió a la derecha más reaccionaria un argumento de alta eficacia para cuestionar a un gobierno cuya popularidad venía sin dejarle flancos. Apretado por esa circunstancia, Kirchner apuró un pretencioso Plan Nacional de Seguridad. Lo precedió una movida que se pretende de fuste en el Far West bonaerense y, claro, aunque Arslanian tenga sus compromisos ideológicos y personales con el PJ, por lo menos advirtió que se metería de lleno con la conexión entre las mafias policiales y el aparato peronista del conurbano. Era eso o someterse de entrada a que se lo considerase poco serio. Y con eso bastó para que la banda duhaldista mostrara los dientes, hasta entonces tan filosos como ocultos cuando los kirchneristas hablaban de “transversalidad”. La muestra máxima de esa reacción, tras los cruces verbales, fue la cumbre de la organización en la propia quinta de Duhalde. Las familias hacen esas cosas y se sacan esas fotos sólo cuando registran un peligro inminente.
Sobre llovido mojado, el Gobierno debió admitir, por más que sigue haciéndolo a regañadientes, la severidad de la emergencia energética. Es un asunto que aprisiona por dos costados. Desde el humor popular, restricciones con la luz y el gas jamás pueden ser una buena noticia aunque una comunicación sincera y una retórica convincente podrían ser capaces de amortiguar el efecto. Para que se dé esto último se impone el señalamiento del desastre privatizador producido por la rata, lo cual es a esta altura algo secundario. El problema es que más allá del origen de la crisis hay la presión y extorsión actuales de las corporaciones del área. Kirchner aludió a ellas en su gira norteamericana, pero a la vez aceptó subas para los consumos industriales y, como eventual paliativo, un sistema de “premios y castigos” energéticos sin comprensión popular, que huele a aumento de tarifas encubierto.
Por donde se lo quiera ver, entonces, el denominado final de la “luna de miel” kirchnerista pudo haber sido sentenciado por el instrumento Blumberg y por el factor gas, pero debajo de ambos (apuntarlo parece casi una perogrullada) surgen con toda intensidad aspectos estructurales frente a los que el Gobierno se mostró imprevisor o irresoluto. La pregunta es si estos “disparadores” habrán servido para despertar una visión estratégica. Por lo pronto, el desordenado anuncio de reajuste salarial dispuesto para empleados públicos y jubilados aparenta estar compelido por la conveniencia de hacerle un guiño a la tribuna cuando el partido lo muestra al equipo oficial refugiado en su arco. Es una disposición justa, por supuesto, que repara en ínfima parte a dos de los sectores más postergados de la sociedad. Pero ahora llega o se profundiza el pedido reivindicatorio de otros, como docentes y universidades, y no hay más que satisfacerlos de igual modo.
Se achican así los márgenes para tomar las decisiones que exhibirán el verdadero rostro gubernamental. O se va de frente contra la “nomenklatura” pejotista o se vuelve a transar con ella. O se pone patas para arriba el maridaje institucional con los grupos de la economía concentrada y extranjerizada o se ponen del mismo lado del mostrador. O se satisface la deuda interna con un país cuya mitad de habitantes vive entre la indigencia y la pobreza o se derivan las energías a dejar conformes a losacreedores bajo el manto de una quita que sigue siendo epopeya fiscal. O se redistribuye el ingreso afectando a los que más tienen o cháchara.
Nota Pagina 12
Era previsible que ocurriera. El instrumento Blumberg y la crisis energética fueron los detonantes. Pero en cualquier caso se sabía que comenzarían a precipitarse las discusiones de fondo. Y básicamente la más profunda de todas: ¿Se cambia el modelo económico persistente desde la década de la rata o se lo ratifica con maquillajes de discurso progre?
En medio de una situación devastadora de la que no se salió ni mucho menos, excepto si se piensa con mentalidad de números de escritorio, la lógica indicaba que alguna primera de cambio haría saltar los tapones. Primero fue Blumberg, que “devolvió” a la realidad el grado de importancia adjudicado socialmente al tema de la inseguridad. Y que, de yapa o promovido, le surtió a la derecha más reaccionaria un argumento de alta eficacia para cuestionar a un gobierno cuya popularidad venía sin dejarle flancos. Apretado por esa circunstancia, Kirchner apuró un pretencioso Plan Nacional de Seguridad. Lo precedió una movida que se pretende de fuste en el Far West bonaerense y, claro, aunque Arslanian tenga sus compromisos ideológicos y personales con el PJ, por lo menos advirtió que se metería de lleno con la conexión entre las mafias policiales y el aparato peronista del conurbano. Era eso o someterse de entrada a que se lo considerase poco serio. Y con eso bastó para que la banda duhaldista mostrara los dientes, hasta entonces tan filosos como ocultos cuando los kirchneristas hablaban de “transversalidad”. La muestra máxima de esa reacción, tras los cruces verbales, fue la cumbre de la organización en la propia quinta de Duhalde. Las familias hacen esas cosas y se sacan esas fotos sólo cuando registran un peligro inminente.
Sobre llovido mojado, el Gobierno debió admitir, por más que sigue haciéndolo a regañadientes, la severidad de la emergencia energética. Es un asunto que aprisiona por dos costados. Desde el humor popular, restricciones con la luz y el gas jamás pueden ser una buena noticia aunque una comunicación sincera y una retórica convincente podrían ser capaces de amortiguar el efecto. Para que se dé esto último se impone el señalamiento del desastre privatizador producido por la rata, lo cual es a esta altura algo secundario. El problema es que más allá del origen de la crisis hay la presión y extorsión actuales de las corporaciones del área. Kirchner aludió a ellas en su gira norteamericana, pero a la vez aceptó subas para los consumos industriales y, como eventual paliativo, un sistema de “premios y castigos” energéticos sin comprensión popular, que huele a aumento de tarifas encubierto.
Por donde se lo quiera ver, entonces, el denominado final de la “luna de miel” kirchnerista pudo haber sido sentenciado por el instrumento Blumberg y por el factor gas, pero debajo de ambos (apuntarlo parece casi una perogrullada) surgen con toda intensidad aspectos estructurales frente a los que el Gobierno se mostró imprevisor o irresoluto. La pregunta es si estos “disparadores” habrán servido para despertar una visión estratégica. Por lo pronto, el desordenado anuncio de reajuste salarial dispuesto para empleados públicos y jubilados aparenta estar compelido por la conveniencia de hacerle un guiño a la tribuna cuando el partido lo muestra al equipo oficial refugiado en su arco. Es una disposición justa, por supuesto, que repara en ínfima parte a dos de los sectores más postergados de la sociedad. Pero ahora llega o se profundiza el pedido reivindicatorio de otros, como docentes y universidades, y no hay más que satisfacerlos de igual modo.
Se achican así los márgenes para tomar las decisiones que exhibirán el verdadero rostro gubernamental. O se va de frente contra la “nomenklatura” pejotista o se vuelve a transar con ella. O se pone patas para arriba el maridaje institucional con los grupos de la economía concentrada y extranjerizada o se ponen del mismo lado del mostrador. O se satisface la deuda interna con un país cuya mitad de habitantes vive entre la indigencia y la pobreza o se derivan las energías a dejar conformes a losacreedores bajo el manto de una quita que sigue siendo epopeya fiscal. O se redistribuye el ingreso afectando a los que más tienen o cháchara.
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